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"Creen que si los escritores sufren serán mucho mejores. El sufrimiento es exactamente igual que cualquier otra cosa: si te dan demasiado, al cabo de un tiempo puedes hundirte. Es el intento de escapar del sufrimiento lo que crea grandes escritores".
Charles Bukowski




Escrituras y cavilaciones

literatura, filosofía, psicología, blogs y lo que me interese. Blog de María Barrientos.

lunes, 30 de abril de 2007

Colaboradores

Tenemos visitas de todas partes del mundo, ese es el beneficio de internet que da por tierra con cualquier distancia, todos aquellos que quieran enviar colaboraciones, pueden hacerlo. Sobre todo traducciones al español de poesías en inglés, francés, italiano, alemán, etc .

Foucault y Sade: sociedad disciplinaria

“Existe en Charenton (escribe [Royer-Collard a Fouché el 1 de agosto de 1808), un hombre cuya audaz inmoralidad lo ha hecho demasiado célebre, y cuya presencia en este hospicio entraña los inconvenientes más graves. Estoy hablando del autor de la infame novela de Justine. Este hombre no es un alienado. Su único delirio es el del vicio, y no es una casa consagrada al tratamiento médico de la alineación donde puede ser reprimida esta especie de vicio. Es necesario que el individuo que la padece quede sometido al encierro más severo”. (p.172 HL1 cast)

Esta cita tomada de Historia de la locura nos interesa pues no solo menciona la incómoda persona de Sade, sino precisamente lo pone en relación a dos edificios que van a ser centrales en Vigilar y Castigar, el asilo y la prisión , justamente como construcciones en los que se pone en juego la idea de disciplina. Ésta es clave de lectura foucaultiana que llama con ese nombre a la sociedad pre y postrevolucionaria. Al mismo tiempo, y por vertientes en principio diferentes –vinculadas a la vida sexual- el nombre disciplina toma un matiz peculiar al ser asociado al preso más famoso.

Nuestro breve trabajo quiere dar cuenta no sólo de la importancia de Sade en los textos foucaultianos, sino presentar la problemática espacial presente en la obra de Sade, su relación con la arquitectura de la época y su vinculación con la temática arquitectónico-disciplinaria de Foucault.

http://www.psikeba.com.ar/articulos/VsFoucaultSade.htm

domingo, 29 de abril de 2007

La fantasía se adelanta a la realidad

Los escritores solemos quedarnos metidos en un mundo propio que supera con creces todo lo que sucede en el exterior, sí por lo general somos introvertidos, porque sacamos de nuestro interior lo bueno y lo malo, a veces el exterior nos asusta, a la manera de un pequeño Woody Allen, más cómodo en su living que en un set (lo dijo, pero seguro que es mentira)...

Arte poética


La vivienda del poeta es el cielo, siempre atravesado por un rayo, el que logra irrumpir dentro de su cáscara y hacer que, brevemente, triunfe el movimiento.

Nací sin brillo, pero supe escribir antes del primer llanto. Así construí mi palacio demencial, a lo lejos escuchaba la voz de mi madre y el aire se volvía tan espeso.

Quise nacer de otro cuerpo, de un cuerpo de princesa, no de un cuerpo de luto. Ahora ella vive en el cielo de los cristianos, no sé con qué ánimo; pero en sueños le grito para que se vuelva a morir.

Yo sigo en mi palacio, cada vez más estrecho, cada vez con más brillo.
María Barrientos.

sábado, 28 de abril de 2007

Ciorán habla de Borges


El último delicado


París, 10 de diciembre de 1976


Querido amigo:


El mes pasado, durante su visita a París, me pidió usted que colaborara en un libro de homenaje a Borges. Mi primera reacción fue negativa; la segunda también. ¿Para qué celebrarlo cuando hasta las universidades lo hacen? La desgracia de ser conocido se ha abatido sobre él. Merecía algo mejor, merecía haber permanecido en la sombra, en lo imperceptible, haber continuado siendo tan inasequible e impopular como lo es el matiz. Ese era su terreno. La consagración es el peor de los castigos -para el escritor en general y muy especialmente para un escritor de su género. A partir del momento en que todo el mundo lo cita, ya no podemos citarle o, si lo hacemos, tenemos la impresión de aumentar la masa de sus ``admiradores'', de sus enemigos. Quienes desean hacerle justicia a toda costa no hacen en realidad más que precipitar su caída. Pero no sigo, porque si continuase en este tono acabaría apiadándome de su destino. Y tenemos sobrados motivos para pensar que él mismo se ocupa ya de ello.


Creo haberle dicho un día que si Borges me interesa tanto es porque representa un espécimen de humanidad en vías de desaparición y porque encarna la paradoja de un sedentario sin patria intelectual, de un aventurero inmóvil que se encuentra a gusto en varias civilizaciones y en varias literaturas, un monstruo magnífico y condenado. En Europa, como ejemplar similar, se puede pensar en un amigo de Rilke, Rudolf Kassner, que publicó a principios de siglo un excelente libro sobre la poesía inglesa (fue después de leerlo, durante la última guerra, cuando me decidí a aprender el inglés) y que ha hablado con admirable agudeza de Sterne, Gogol, Kierkegaard y también del Magreb o de la India. Profundidad y erudición no se dan juntas; él había logrado sin embargo reconciliarlas. Fue un espíritu universal al que sólo le faltó la gracia, la seducción. Es ahí donde aparece la superioridad de Borges, seductor inigualable que llega a dar a cualquier cosa, incluso al razonamiento más arduo, un algo impalpable, aéreo, transparente. Pues todo en él es transfigurado por el juego, por una danza de hallazgos fulgurantes y de sofismas deliciosos.


Nunca me han atraído los espíritus confinados en una sola forma de cultura. Mi divisa ha sido siempre, y continúa siéndolo, no arraigarse, no pertenecer a ninguna comunidad. Vuelto hacia otros horizontes, he intentado siempre saber qué sucedía en todas partes. A los veinte años, los Balcanes no podían ofrecerme ya nada más. Ese es el drama, pero también la ventaja de haber nacido en un medio ``cultural'' de segundo orden. Lo extranjero se había convertido en un dios para mí. De ahí esa sed de peregrinar a través de las literaturas y de las filosofías, de devorarlas con un ardor mórbido. Lo que sucede en el Este de Europa debe necesariamente suceder en los países de América Latina, y he observado que sus representantes están infinitamente más informados y son mucho más cultivados que los occidentales, irremediablemente provincianos. Ni en Francia ni en Inglaterra veía a nadie con una curiosidad comparable a la de Borges, una curiosidad llevada hasta la manía, hasta el vicio, y digo vicio porque, en materia de arte y de reflexión, todo lo que no degenere en fervor un poco perverso es superficial, es decir, irreal.


Siendo estudiante, tuve que interesarme por los discípulos de Schopenhauer. Entre ellos, un tal Philip Mainlander me había llamado particularmente la atención. Autor de una Filosofía de la Liberación, poseía además para mí el aura que confiere el suicidio. Totalmente olvidado, yo me jactaba de ser el único que me interesaba por él, lo cual no tenía ningún mérito, dado que mis indagaciones debían conducirme inevitablemente a él. Cuál no sería mi sorpresa cuando, muchos años más tarde, leí un texto de Borges que lo sacaba precisamente del olvido. Si le cito este ejemplo es porque a partir de ese momento me puse a reflexionar seriamente sobre la condición de Borges, destinado, forzado a la universalidad, obligado a ejercitar su espíritu en todas las direcciones, aunque no fuese más que para escapar a la asfixia argentina. Es la nada sudamericana lo que hace a los escritores de aquel continente más abiertos, más vivos y más diversos que los europeos del Oeste, paralizados por sus tradiciones e incapaces de salir de su prestigiosa esclerosis.


Puesto que le interesa saber qué es lo que más aprecio en Borges, le responderé sin vacilar que su facilidad para abordar las materias más diversas, la facultad que posee de hablar con igual sutileza del Eterno Retorno y del Tango. Para él cualquier tema es bueno desde el momento en que él mismo es el centro de todo. La curiosidad universal es signo de vitalidad únicamente si lleva la huella absoluta de un yo, de un yo del que todo emana y en el que todo acaba: comienzo y fin que puede, soberanía de lo arbitrario, interpretarse según los criterios que se quiera. ¿Dónde se halla la realidad en todo esto? El Yo, farsa suprema. El juego en Borges recuerda la ironía romántica, la exploración metafísica de la ilusión, el malabarismo con lo ilimitado. Friedrich Schegel, hoy, se halla adosado a la Patagonia.


Una vez más, no podemos sino deplorar que una sonrisa enciclopédica y una visión tan refinada como la suya susciten una aprobación general, con todo lo que ello implica. Pero, después de todo, Borges podría convertirse en el símbolo de una humanidad sin dogmas ni sistemas, y si existe una utopía a la cual yo me adheriría con gusto, sería aquella en la que todo el mundo le imitaría a él, a uno de los espíritus menos graves que han existido, al último delicado.



E.M. Cioran

miércoles, 25 de abril de 2007

La literatura y el mar

Fuente de la ilustración: www.burburinho.com

El mar siempre ha fascinado a los escritores. En Moby Dick el capitán del barco va en busca de una quimera, la caza de la ballena blanca, es la búsqueda del ideal al mismo tiempo que la lucha contra la fuerza del mal. Finalmente aunque sea derribado por el gran monstruo blanco, lo importante fue la lucha, la incertidumbre y el fuego que se movió en su corazón que lo llevó a actuar.

A PROPÓSITO DE MOBY DICK

Cuando el mar no era más que una comisura
se escondía de los grandes caballos celestiales
cantando,
era posible ver
su fantasma blanco
elevarse
y luego caer.
Vagos rumores hablan
sobre la misteriosa critatura
y aun El, más lejano,
la arropa contra su pecho.
También fue creado el gran Abismo
donde los marineros vienen y van
y antes de quedarse
gritan "Madre de Cartago, devuelvo el remo"*:
aunque, ya abiertos por la estocada,
en el final, pensando
que muy pocos de ellos tienen sino
vaguísimas ideas sobre el mar.

*Oración que los marineros fenicios decían antes de morir.

María Barrientos. Del libro "Cross"

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Se ahogó en la arena un pez.
Tornasolado, violeta, un poco marrón.
Se olvidó de la sal del agua.
El océano es nada.

Susana Ferrer

martes, 24 de abril de 2007

La senda del perdedor

1
La primera cosa que recuerdo es estar debajo de algo. Era una mesa, veía la pata de una mesa, veía las piernas de la gente, y una parte del mantel colgando. Estaba oscuro allí debajo, me gustaba estar ahí. Debió haber sido en Alemania, yo debía tener entre uno y dos años de edad. Era en 1922. Me sentía bien bajo la mesa. Nadie parecía darse cuenta de que yo estaba allí. La luz del sol se reflejaba en la alfombra y en las piernas de la gente. Me gustaba la luz del sol. Las piernas de la gente no eran interesantes, no eran como el trozo de mantel que colgaba, ni como la pata de la mesa, ni como la luz del sol.
Luego no hay nada... luego un árbol de Navidad. Velas. Adornos de aves: aves con pequeños racimos de frutas en sus picos. Una estrella. Dos personas mayores peleándose, gritando. Gente comiendo, siempre gente comiendo. Yo también. Mi cuchara estaba doblada de tal forma que si quería comer, tenía que cogerla con mi mano derecha. Si la cogía con la izquierda, se apartaba de mi boca. Yo quería cogerla con la izquierda.
Dos personas: una más grande, con pelo rizado, una narizota, una boca enorme, mucha ceja; siempre parecía estar furiosa, gritando cada dos por tres. La persona más pequeña era tranquila, de cara redonda, más pálida, con grandes ojos. Yo las temía a las dos. Algunas veces había una tercera, una persona gorda que llevaba vestidos con un lazo en el cuello. Llevaba un gran broche, y tenía muchas verrugas en la cara con pequeños pelos saliendo de ellas. «Emily», la llamaban. Esta gente no parecía feliz de estar junta. Emily era la abuela, la madre de mi padre. El nombre de mi padre era «Henry». El de mi madre, «Katherine». Yo nunca los llamaba por su nombre. Yo era «Henry Junior». Esta gente hablaba en alemán la mayor parte del tiempo, y al principio yo también.
La primera cosa que recuerdo haberle oído decir a mi abuela fue: «¡Os enterraré a todos!» Lo dijo por primera vez un día antes de la comida y luego lo repetiría muchas veces, siempre antes de que empezáramos a comer. La comida parecía algo muy importante. Comíamos carne en salsa con puré de patata, especialmente los domingos. También comíamos rosbif, salchichas con chucrut, guisantes, ruibarbo, zanahorias, espinacas, judías verdes, pollo, albóndigas con spaguetti, algunas veces también con ravioli, y cebollas cocidas, espárragos, y todos los domingos pastel de fresas con helado de vainilla. Para desayunar tomábamos tostadas con salchichas, o tortitas con bacon y huevos revueltos. Y siempre café. Pero lo que recuerdo sobre todo es la carne en salsa con puré de patata y mi abuela Emily diciendo: «¡Os enterraré a todos!»
Nos solía visitar a menudo después de que viniésemos a América, cogiendo el tranvía rojo de Pasadena a Los Angeles. Nosotros sólo la íbamos a ver en contadas ocasiones, viajando en el Ford T.
A mí me gustaba la casa de la abuela. Era un edificio pequeño cubierto por la sombra de una verdadera masa de árboles. Emily tenía a todos sus canarios en diferentes jaulas. Recuerdo sobre todo una visita. Aquella tarde ella fue cubriendo todas las jaulas con fundas de tela para que los pájaros pudieran dormir. La gente estaba sentada y charlaba. Había un piano, y yo me senté en el piano y empecé a pulsar las teclas y a escuchar su sonido mientras la gente hablaba. Me gustaba sobre todo el sonido de las teclas del extremo, donde apenas tenían sonido. Su sonido era como el de dos pedacitos de hielo chocando entre sí.
—¿Te quieres estar quieto? —dijo mi padre a voz en grito.
—Deja al chico que toque el piano —dijo mi abuela.
Mi madre sonrió.
—Este chico es un caso —dijo mi abuela—. Cuando traté de levantarle para darle un beso, fue y me pegó un golpe en plena nariz.
Siguieron hablando y yo seguí tocando el piano.
—¿Por qué no afinas ese aparato? —preguntó mi padre.
Entonces me dijeron que íbamos a ir a ver a mi abuelo. Mi abuelo y mi abuela no vivían juntos. Me dijeron que mi abuelo era un mal hombre, que le apestaba el aliento.
—¿Por qué le apesta el aliento?
No me contestaron.
—¿Por qué le apesta el aliento?
—Porque bebe.
Subimos en el Ford T y fuimos a ver a mi abuelo Leonard. Cuando llegamos, él estaba de pie en el porche de su casa. Era viejo, pero se mantenía muy firme. Había sido oficial en Alemania y se había venido a América después de oír que las calles estaban asfaltadas con oro. No lo estaban, así que montó una empresa de construcción.
La otra gente no salió del coche. Mi abuelo me hizo señas con un dedo. Alguien abrió la puerta del coche, yo salí y me acerqué hacia él. Su cabello era largo y de un color blanco puro, y su barba era también larga y de una blanca pureza, y a medida que me acercaba pude ver que sus ojos eran brillantes, como luces azules observándome. Me detuve a cierta distancia de él.
—Henry —me dijo—, tú y yo nos conocemos. Entra en casa.
Me tendió la mano. Al acercarme, pude sentir el olor de su aliento. Era muy fuerte, pero de cualquier forma él era el hombre más hermoso que había visto nunca, y yo no tenía miedo.
Entré en su casa con él. Me llevó hasta una silla.
—Siéntate, por favor. Me alegro mucho de verte.
Entró en otro cuarto. Entonces salió con una pequeña caja de hojalata.
—Es para ti. Ábrela.
Tenía problemas con el cierre, no podía abrirla.
—Espera —dijo—, déjame a mí.
Soltó el cierre y me devolvió la caja. Levanté la tapa y vi la cruz, una cruz de hierro alemana con distintivo.
—Oh, no —dije yo—, no puedo aceptarla.
—Es tuya —dijo él—, no es más que una vieja condecoración.
—Gracias.
—Será mejor que te vayas ya, deben estar preocupados.
—Está bien. Adiós.
—Adiós, Henry. No, espera...
Me detuve. El buscó en uno de sus bolsillos con un par de dedos, mientras sostenía una larga cadenilla de oro con su otra mano. Entonces me dio su reloj de bolsillo de oro, con la cadena.
—Gracias, abuelo...
Ellos estaban esperando afuera. Yo subí al coche y partimos. Hablaron de muchas cosas durante el viaje. Siempre estaban hablando, y no pararon en todo el camino hasta casa de mi abuela. Hablaron de muchas cosas, pero no dijeron ni una palabra de mi abuelo.

Feria del libro: el shopping de la literatura


La banalización de la feria del libro la ha convertido en un mercado persa donde conviven diversos
objetos, sobre todo distintas miradas. El shopping de la literatura permitirá decir después "fui a la feria del libro".
En nuestro país la feria se ha degradado bastante, se ha tomado como un paseo superfecial o un lugar donde poder ir cuando llueve.
No dejo de pensar que así y todo sirve para la divulgación de la literatura y de los escritores, pero aquí otro problema ¿quiénes tendrán esa oportunidad? los autores consagrados, que van a convocar muchas visitas y por ende buenas ventas. Queda afuera, en los márgenes, toda una literatura que se hace sin apoyo alguno, como se puede, ya sea pagándose las ediciones, teniendo un blog, etc.
Ese trabajo de catacumbas es muy fuerte, no será comercial, no convocará multitudes, pero representa en buen grado nuevos aportes, miradas distintas, no influenciadas ni por el apuro de las editoriales ni por los intereses de los lectores. Como todo queda, el futuro hará su exégesis y tendrá la última palabra sobre lo que vale o no.

domingo, 22 de abril de 2007

El chat, la literatura y la invención de personajes

Nuestra época ha dado origen a las relaciones íntimas a través del chat, hombres y mujeres tal vez proclives a los actos autorreferenciales y sin valentía para cometer infidelidades en directo, dan rienda suelta a su fantasía, para inventarse a sí mismos como seres deseables y deseantes.


Hacia el año 2000, en los comienzos del gran auge de Internet, una revista me encargó una nota sobre las salas de chats eróticos. Acepté sin demasiado entusiasmo, pero me bastó abrir una sola de ellas para quedar deslumbrado: era como asistir a las vísperas de una revolución. Había solitarios, claro, que desde departamentos minúsculos o puntos remotos del universo se precipitaban vorazmente sobre una lista de posibles amantes; había, también –y pronto me di cuenta que eran mayoría- muchísima gente casada, para quienes la posibilidad de una “infidelidad online”, con todo lo que tenía de fácil, de irreal y de poco comprometida, amenazaba con volverse un vicio, una bomba de tiempo. Pero a mí me fascinaba, sobre todo, que millones de personas anónimas y, muchas veces, casi iletradas, fabricaran con palabras un autorretrato –hecho de un nombre de fantasía y de una pequeña presentación- que se parecía muchísimo a la literatura. Bastaba leer los seudónimos con que cada uno se presentaba y los datos que daba de sí mismo para entender, sí, que mucha gente tenía por primera vez la oportunidad de inventar un personaje, desde lo más secreto y sincero de su propia fantasía –un personaje, sin embargo, que poco tenía que ver con la realidad. Yo mismo fui inventándome heterónimos, perversamente, para ver quién “picaba” y poder preguntar más sobre el tema que interesaba a mi nota, y confieso que nunca tuve más interlocutores que cuando me llamé “Andrea 45”; ni llamé la atención de más gays que cuando me puse el nick, “Mama yo quiero un novio”, que, aludiendo a un tango cómico y viejísimo, trataba de detectar otro tipo de mirada y de búsqueda, bajo el disfraz del simple deseo erótico.
Los personajes que descubrí darían para una novela entera, y no podría describirlos aquí en su totalidad; pero cinco años después, lo que me queda en la memoria es otro descubrimiento. A los diez días de abrir constantemente el chat, me di cuenta de que bajo tanta apariencia de liberación y osadía los personajes empezaban a repetirse casi maquinalmente, como si la gente se erotizara sólo con una serie muy acotada de arquetipos, infinitamente menos ricos que la invención literaria. La pregunta subsiste: esa monotonía que empecé a descubrir en el modo de “presentarse” y en la enunciación de lo que supuestamente cada uno “buscaba”, ¿evidencia que sólo unos pocos y determinados y seres arquetípicos pueden suscitar nuestro deseo? Para ser deseables, ¿debemos forzarnos a entrar en uno u otro de esos arquetipos? Y si no entramos, ¿estamos condenados a la soledad, el rechazo, la abstinencia? De haberse inventado el chat cincuenta años atrás, ¿los autorretratos, las propuestas serían las mismas? La experiencia del chat, al menos en aquellos primeros tiempos, me sugirió por fin que cada uno “se presentaba” de acuerdo con lo que creía que la mayoría iba a aprobar; pero que en el fondo, acaso, guardaba otro ser deseante, que, si lo dejaban, podía aportar al amor y al deseo un grado de libertad mucho más verdadero y revolucionario. La consigna no es ya sólo “ser nosotros mismos”, sino “crearnos” a nosotros mismos. Que nuestro arte invente nuestra naturaleza. Ojalá.*Leopoldo Brizuela tiene 43 años. Es escritor.

El escritor y su eternidad


Ella
(Su eternidad)

Como otros sin Muerte su persona de espíritu
Como sólo ella sin Ocultación su materia figurada
Su Sentir y su Línea imborrables e inseparables
Por un todo-amor, todo-creer, operantes,
Porque Amor deseó, creyó y pudo
De Imposible eximir su ser,
Por naturaleza sin imposibles del Ensueño Creído.


Macedonio Fernández. Argentina.1874-1952



(Palabras de Borges ante la tumba de Macedonio Fernández)


Un filósofo, un poeta y un novelista mueren en Macedonio Fernández, y esos términos, aplicados a él, recobran un sentido que no suelen tener en esta república.
Filósofo es, entre nosotros, el hombre versado en la historia de la filosofía, en la cronología de los debates y en las bifurcaciones de las escuelas; poeta es el hombre que ha aprendido las reglas de la métrica (o que las infringe, ostentosamente) y que sabe, también, que puede versificar su melancolía, pero no su envidia o su gula, aunque tales pasiones sean fundamentales en él; novelista es el artesano que nos propone cuatro o cinco personas (cuatro o cinco nombres) y los hace convivir, dormir, despertarse, almorzar y tomar el té hasta llenar el número exigido de páginas. A Macedonio, en cambio, como a los hindúes, las circunstancias y las fechas de la filosofía: no le importaron, pero si la filosofía. Fue filósofo, porque anhelaba saber quiénes somos (si es que alguien somos) y qué o quién es el universo. Fue poeta, porque sintió que la poesía es el procedimiento más fiel para transcribir la realidad. Macedonio, pienso, pudo haber escrito un Quijote cuyo protagonista diera con aventuras reales más portentosas que las que le prometieron sus libros. Fue novelista, porque sintió que cada yo es único, como lo es cada rostro, aunque razones metafísicas lo indujeron a negar el yo. Metafísicas o de índole emocional, porque he sospechado que negó el yo para ocultarlo de la muerte, para que, no existiendo, fuera inaccesible a la muerte.
Toda su vida, Macedonio, por amor de la vida, fue temeroso de la muerte, salvo (me dicen) en las últimas horas, en que halló su coraje y la esperó con tranquila curiosidad.
Intimos amigos de Macedonio fueron José Ingenieros, Ignacio del Mazo, Carlos Mendiondo, Julio Molina Vedia, Arturo Múscari y mi padre; hacia 1921, de vuelta de Suiza y de España, heredé esa amistad. La República Argentina me pareció un territorio insípido, que no era, ya, la pintoresca barbarie y que aún no era la cultura, pero hablé un par de veces con Macedonio y comprendí que ese hombre gris que, en una mediocre pensión del barrio de los Tribunales, descubría los problemas eternos como si fuera Tales de Mileto o Parménides, podía reemplazar infinitamente los siglos y los reinos de Europa. Yo pasaba los días leyendo a Mauthner o elaborando áridos y avaros poemas de la secta, de la equivocación, ultraísta; la certidumbre de que el sábado, en una confitería del Once, oiríamos a Macedonio explicar qué ausencia o qué ilusión es el yo, bastaba, lo recuerdo muy bien, para justificar las semanas. En el decurso de una vida ya larga, no hubo conversación que me impresionara como la de Macedonio Fernández, y he conocido a Alberto Gerchunoff y a Rafael Cansinos Assens. Se habla de la irreverencia de Macedonio. Este pensaba que la plenitud del ser esta aquí, ahora, en cada individuo, venerar lo lejano le parecía desdeñar o ignorar la divinidad inmediata; de ese recelo procedieron sus burlas contra viejas cosas ilustres.
Los historiadores de la mística judía hablan de un tipo de maestro, el Zaddik, cuya doctrina de la Ley es menos importante que el hecho de que él mismo es la Ley. Algo de Zaddik hubo en Macedonio. Yo por aquellos años lo imité, hasta la transcripción, hasta el apasionado y devoto plagio. Yo sentía: Macedonio es la metafísica, es la literatura. Quienes lo precedieron pueden resplandecer en la historia, pero eran borradores de Macedonio, versiones imperfectas y previas. No imitar ese canon hubiera sido una negligencia increíble.
Las mejores posibilidades de lo argentino —la lucidez, la modestia, la cortesía, la íntima pasión, la amistad genial— se realizaron en Macedonio Fernández, acaso con mayor plenitud que en otros contemporáneos famosos. Macedonio era criollo, con naturalidad y aun con inocencia, y precisamente por serlo, pudo bromear (como Estanislao del Campo, a quien tanto quería) sobre el gaucho y decir que éste era un entretenimiento para los caballos de las estancias.
Antes de ser escritas, las bromas y las especulaciones de Macedonio fueron orales. Yo he conocido la dicha de verlas surgir, al azar del diálogo, con una espontaneidad que acaso no guardan en la página escrita.
Definir a Macedonio Fernández parece una empresa imposible; es como definir el rojo en términos de otro color; entiendo que el epíteto genial, por lo que afirma y lo que excluye, es quizá el más preciso que puede hallarse. Macedonio perdurara en su obra y como centro de una cariñosa mitología. Una de las felicidades de mi vida es haber sido amigo de Macedonio, es haberlo visto vivir.
Marzo-abril de 1952

viernes, 20 de abril de 2007

Los comics de terror en norteamérica


Soy el quemado, me parece que Alma ya les habló de mí, algunos dudan de mi existencia y dicen que "la jefa" del blog está loca. Me dicen así porque por momentos, brevísimos como la caída de una gota, las zonas de mi cerebro se atrincheran tras la neblina, por decirlo de alguna manera; si lo ven desde lo alto mi cerebro tiene ven parcelas quemadas donde ya no crecerá nada. De ahí lo de quemado, nunca tuve participación en el blog, porque tanto Alma como la jefa me dejan afuera, también hay otros de nuestro grupo que no aparecieron todavía, pero no se confíen, ya vendrán. La esperanza es lo último que se pierde y la traición es la venganza de los perdedores. Nadie me juzgue, quién de ustedes no estuvo quemado alguna vez? La vida te da muchas oportunidades. Bueno yo no tengo nada para contarles de literatura, a mí me gustan los comics, así que acá les mando algo bueno en serio.

http://www.ciencia-ficcion.com/opinion/op00206.htm

El asesino

La muerte correcta está escrita.
Colmaré la necesidad.
Mi arco está tenso.
Mi arco está listo.
Soy la bala y el garfio.
Estoy amartillada y dispuesta.
En mi alza lo tallo
como un escultor. Moldeo
su última mirada hacia todos.
Cambio sus ojos y su cráneo
constantemente de posición.
Conozco su sexo de macho
y lo recorro con mi dedo índice.
Su boca y su ano son uno.
Estoy en el centro de la emoción. Un tren subterráneo
viaja a través de mi ballesta.Tengo un cerrojo de sangre
y lo he hecho mío.
Con este hombre tengo en mis manos
su destino y con este revólver
tengo en mis manos el periódico y
con mi ardor tomaré posesión de él.
Se inclinará ante mí y sus venas saldrán en desorden
igual que niños...
Dame
su bandera y sus ojos.
Dame su duro caparazón y su labio. Él es mi mal y mi manzana y
lo acompañaré a casa.

ANNE SEXTON.

The correct death is written in.
I will fill the need.
My bow is stiff.
My bow is in readiness.
I am the bullet and the hook.
I am cocket and held ready.
In my sights I carve him
like a sculptor. I mold out
his last look at everyone.
I carry his eyes and his
brain bone at every position.
I know his male sex and I domarch over him with my index finger.
His mouth and his anus are one.
I am at the center of feeling.
A subway train is traveling across my cross
bow
I have a blood boltand I have made it mine. With this man I take in hand
his destiny and with this gun
I take in hand the newspapers and
with my heat I will take him.
He will bend down toward meand his veins will tumble out like children... Give me
his flag and his eye.
Give me his hard shell and his lip.
He es my evil and my apple and
I will see him home.

miércoles, 18 de abril de 2007

La felicidad de matar


La masacre de la universidad de EEUU, ha hecho reflexionar nuevamente sobre el tema de la violencia. Un autor norteameraco, Truman Capote escribió esa gran novela "A sangre fría". La idea es matar por matar, no hay razones explícitas del asesino, aunque, subyace que se encontraron con una familia pueblerina, feliz con la vida que conocen, mientras los delincuentes sólo atesoran malos recuerdos y abandonos. Pero, en verdad cuando Capote los entrevista no le dicen por qué mataron. Sí hubiesen querido librarse de su propia muerte en la horca, con un Capote que no hace nada por ellos, luego de extraer toda la novela de sus relatos, seguramente asqueado por haberse perdido en las coartadas de la miseria y de la impiedad hacia los semejantes.

Si analizamos al asesino que ayer mató a tantos jóvenes, perteneciendo a una minoría era (paradójicamente o por resentimiento) sectario denigrando a los "niños ricos" y sus conversaciones vacías.

A diferencia de otros asesinos los psicópatas necesitan el poder. Iba a otorgarle a otros la felicidad de matarlo? no, el mismo decidiría su destino, no sería sometido, hasta último momento tuvo el poder, que de eso se trata.

martes, 17 de abril de 2007

Borges: cómo nace un cuento

Borges niño. Fuente: elforastero.blogalia.

Empieza por una suerte de revelación. Pero uso esa palabra de un modo modesto, no ambicioso. Es decir, de pronto sé que va a ocurrir algo y eso que va a ocurrir puede ser, en el caso de un cuento, el principio y el fin. En el caso de un poema, no: es una idea más general, y a veces ha sido la primera línea. Es decir, algo me es dado, y luego ya intervengo yo, y quizá se echa todo a perder. En el caso de un cuento, por ejemplo, bueno, yo conozco el principio, el punto de partida, conozco el fin, conozco la meta. Pero luego tengo que descubrir, mediante mis muy limitados medios, qué sucede entre el principio y el fin. Y luego hay otros problemas a resolver; por ejemplo, si conviene que el hecho sea contado en primera persona o en tercera persona. Luego, hay que buscar la época; ahora, en cuanto a mí "eso es una solución personal mía", creo que para mí lo más cómodo viene a ser la última década del siglo XIX. Elijo "si se trata de un cuento porteño", lugares de las orillas, digamos, de Palermo, digamos de Barracas, de Turdera. Y la fecha, digamos 1899, el año de mi nacimiento, por ejemplo. Porque ¿quién puede saber, exactamente, cómo hablaban aquellos orilleros muertos?: nadie. Es decir, que yo puedo proceder con comodidad. En cambio, si un escritor elige un tema contemporáneo, entonces ya el lector se convierte en un inspector y resuelve: "No, en tal barrio no se habla así, la gente de tal clase no usaría tal o cual expresión."
El escritor prevé todo esto y se siente trabado. En cambio, yo elijo una época un poco lejana, un lugar un poco lejano; y eso me da libertad, y ya puedo fantasear o falsificar, incluso. Puedo mentir sin que nadie se dé cuenta, y sobre todo, sin que yo mismo me dé cuenta, ya que es necesario que el escritor que escribe una fábula "por fantástica que sea" crea, por el momento, en la realidad de la fábula.
Posted by Esteban Pinotti.

lunes, 16 de abril de 2007

Bukowski: yo no escribo desde el conocimiento


Lo que sigue es una completa definición de la poesía y del oficio del escritor para un autor que no tenemos que presentar.



QUERIDOS PA Y MA

a mi padre nunca le gustó

lo que yo escribía: “la gente

no quiere leer este

tipo de cosas.”“sí, Henry”, decía mi

madre, “a la gente le gusta

leer cosas que le haga

feliz.”

fueron mis primeros

críticos literarios

y

los dos tenían

razón.


poesía

se requiere de mucha

desesperación

insatisfacción

y desilusión

para

escribir


unos

pocos

buenos

poemas.


no es

para todo

el mundo

ya sea para

escribirlos

o siquiera para

leerlos


462-0614

Tengo muchas llamadas ahora.

Son todas como"¿Sos Charles Bukowski,

el escritor?"

"Si", les digo

y me dicen que entienden

lo que escribo,

y algunos son escritores

o quieren serlo

y tienen trabajos tontos y horribles

y no pueden enfrentar la habitación,

el departamento,

las paredes,

esa noche.

Buscan alguien con quien

hablar,

y no creen que

yo no puedo ayudarlos

que no conozco las palabras,

no pueden creer

que a menudo ahora

me doblo en mi habitación

agarrándome la panza y digo"Jesús, Jesús, Jesús, ¡no de nuevo!

"no pueden creer

que la gente sin amor

las calles

la soledad

las paredes

son mías también

y cuando cuelgo

piensan que me guardé

mi secreto.

Yo no escribo desde

el conocimiento.

Cuando suena el teléfono

a mi también me gustaría escuchar las palabras

que pudieran aliviar

un poco esto.

Por esa razón mi número

figura en la guía.





Acto creativo





Por el huevo roto en el suelo


por el 5 de julio


por el pez en la pecera


por el viejo en la habitación Nº 9


por el gato sobre el muro.


Por vos mismo


no por fama

ni por dinero


tenés que seguir luchando.


Cuando te hacés viejo


disminuye el atractivo


es más fácil cuando se es joven


cualquiera puede alcanzar


las alturas alguna que otra vez.


La clave consiste en


resistir.


Cualquier cosa que sirva


para que


esta vida siga bailando


frente aDoña Muerte.

domingo, 15 de abril de 2007

Y Bukowski, dónde está?


Soy yo, la amiga del quemado, aprovechando que la jefa dejó la computadora, parece que está pegada a la silla, vieron cómo es cuando toma el mando ella. Es escritora, no la aguanta nadie.

Yo me llamo Alma, y ya le había dicho ¿yBukowski?, porque si hacés un blog que se llame Bukowski tenés que poner a Bukowski, tengo que escribir rápido, porque no tengo mucho tiempo. ¿Y taller? no nos habías dicho que nos ibas a dar técnicas para escribir?, le dije a la jefa y ella nada ella me repite "la jefa soy yo", qué boluda es ésta, pensé, no le dije.
Voy a aprovechar los ratos en que ella no está para publicar Bukowski, y copiarle de sus cuadernos (de mi jefa) ayuditas para empezar a escribir.

Pero esperen, esto no se me ocurrió a mí sola, sino que un comentario de Alejandra la hizo pensar, si no, por ahí nos confunden con un" taller de chapa y pintura" y cómo siempre digo, ganaríamos más plata.

sábado, 14 de abril de 2007

Directorio%20Literario

Virginia Wolf o el encanto de no tener sexo


Creo que no es necesario presentarla, una de las mejores escritoras del SXX, que como muchos genios tuvieron que luchar hasta morir con monstruos personales. Toda su vida fue un continuo ir y venir de la enfermedad depresiva, pero pudo escribir una obra monumental por su originalidad a la par de la creación de una editorial en la que ella trabajaba personalmente con su esposo y publicó allí a buenos escritores rechazados en otros medios. Habitó a mi criterio un terreno difuso y recurrente: enferemedad/ salud, homosexualidad/heterosexualidad, espítitu/carne.

Su infancia fue signada por el abuso sexual de por lo menos uno de sus hermanastros, lo que la llevó a rechazar el sexo, su esposo tuvo que darse cuenta de ello ni bien se terminó su luna de miel. Por otro lado mantenía platónicos( a veces) romances con mujeres e intensas amistades literarias con jovenes escritores.

Tal era su búsqueda y su lucha que queda manifiesta con su obra Orlando en donde no importa si se es hombre o mujer, lo importante es "eso" (¿el espíritu?) que ella persigue y que la acompaña toda su vida.

miércoles, 11 de abril de 2007

El artista


Charles Simic nació el 9 de mayo de 1938 en Belgrado, Yugoslavia. En 1953 emigró de su país con su madre y hermano para reunirse con su padre en los Estados Unidos. Vivieron en Chicago y los alrededores hasta 1958. Publicó sus primeros poemas en 1959, a los 21 años.
En 1961 fue reclutado por el ejército estadounidense y en 1966 recibió su grado de Bachelor en la Universidad de Nueva York. Al año siguiente se publicó su primera colección completa de poemas, What the Grass Says. Desde entonces ha publicado más de 60 libros en los Estados Unidos y en el exterior. Entre ellos, Jackstraws (Harcourt Brace, 1999), fue nominado como Libro Notable del Año por el New York Times; Walking the Black Cat (Harcourt Brace, 1996), fue finalista del National Book Award en poesía. Le siguen A Wedding in Hell (1994); Hotel Insomnia (1992); The World Doesn't End: Prose Poems (1990), por el cual recibió el Premio Pulitzer en Poesía; Selected Poems: 1963-1983 (1990); y Unending Blues (1986). También ha publicado muchas traducciones de poesía francesa, serbia, croata, macedonia y esloveca, y cuatro libros de ensayos, siendo el más reciente, Orphan Factory (University of Michigan Press, 1998). También ha sido editor invitado de The Best American Poetry 1992. Elegido Canciller de la Academia de Poetas Estadounidenses el 2000, sus muchos premios y distinciones incluyen los de la Fundación Guggenheim, Fundación MacArthur y National Endowment for the Arts.
Desde 1973 vive en New Hampshire, donde es Profesor de Inglés en la Universidad de New Hampshire.


El artista

¿Te acuerdas de aquel loco
que ponía velas en su sombrero
para poder pintar el mar de noche?
Solo, en esa playa vacía de Jersey,
forzaba la vista para mirar en la oscuridad
y blandía su pincel salvajemente.
Teresa dijo que había sacado esa estúpida idea
de una película que ella vio una vez.
Sin embargo, ahí estaba con barba y melena
como el mismísimo demonio
atiborrando oscuros colores uno sobre otro
mientras nosotros, a su alrededor, mirábamos.
Las velas parpadeaban en su cabeza
y luego, una a una, se iban apagando.
Charles Simic.

The Artist: Do you remember the crazy guy/ Who stuck candles in his hat/ So he could paint the sea at night?/ Alone on the empty Jersey beach,/ He kept squinting into the dark,/ And waving his brush wildly.// Theresa said he got the dumb idea/ From a movie she saw once./ Still, there he was, bearded and hairy/ Like the devil himself/ Piling one murky color on top of another/ While we stood around watching,/ The candles on his head flickering/ Then going out one by one.

martes, 10 de abril de 2007

La traición del escritor


¿Se puede ser brillante con la cabeza de otro? me preguntó una amiga un día. Ciertamente que no, tampoco se puede ser feliz viviendo el destino de otro.

La gran lucha que tiene el escritor es traicionar, traicionar devociones literarias, modelos aprendidos esforzadamente, técnicas. Digo lucha si es que se quiere sacar a relucir la voz propia, más o menos talentosa, pero siempre mejor que ser la copia de otro.

Esta no es la única traición, la otra tal vez más onerosa, es la de traicionar al lector. Traicionar lo que se espera de la escritura, si se trata de un autor consagrado traicionar a su público, si de un autor modesto, tal vez perder lectores. Porque seguir el canon es mucho más fácil, más apetecible para los paladares híbridos, que seguramente encontrarán el libro muy bueno para leer en algún transporte público.

Por otra parte, sería bueno que así como un actor pone su cuerpo para ser un asesino, el autor siga la dirección que cada personaje, situación o metáfora requiera. Se deje a si mismo de lado para construir un narrador, al fin de cuentas de eso se trata la ficción, de crear una gran mentira que pasará a ser más entrañable que la realidad.

"...es en mi vocación, mi obra. Eso da a mi ser un nombre, un significado: hacer del momento algo permanente".

Sylvia Plath.

"En realidad el lenguaje aparece como un medio rebelde y pasivo (...) el lenguaje desempeña un papel mucho más activo en el proceso de la creación literaria (...) con mucha frecuencia el lenguaje arrastra al escritor hasta hacerle dar con significados totalmente insospechados."

John Gardner.

lunes, 9 de abril de 2007

Homenaje al maestro asesinado


Dedicamos este poema a la memoria del docente Carlos Fuentalba, asesinado en la provincia de Neuquén, Argentina, cuyo gobernador del partido que se apodero del poder, es el señor Sobisch. Fuentealba estaba en una manifestación por justos reclamos salariales.


CUERPO PRESENTE

La piedra es una frente donde los sueños gimen
sin tener agua curva ni cipreses helados.
La piedra es una espalda para llevar al tiempo
con árboles de lágrimas y cintas y planetas.

Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas
levantando sus tiernos brazos acribillados,
para no ser cazadas por la piedra tendida
que desata sus miembros sin empapar la sangre.

Porque la piedra coge simientes y nublados,
esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego,
sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.

Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acabó; ¿qué pasa? Contemplad su figura:l
a muerte le ha cubierto de pálidos azufres
y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.

Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.
El aire como loco deja su pecho hundido,
y el Amor, empapado con lágrimas de nieve
se calienta en la cumbre de las ganaderías.

¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
con una forma clara que tuvo ruiseñores
y la vemos llenarse de agujeros sin fondo.

¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!
Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,
ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
aquí no quiero más que los ojos redondos
para ver ese cuerpo sin posible descanso.

Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.
Los que doman caballos y dominan los ríos;
los hombres que les suena el esqueleto y cantan
con una boca llena de sol y pedernales.

Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.
Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
Yo quiero que me enseñen dónde está la salida
para este capitán atado por la muerte.

Yo quiero que me enseñen un llanto como un río
que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
sin escuchar el doble resuello de los toros.

Que se pierda en la plaza redonda de la luna
que finge cuando niña doliente res inmóvil;
que se pierda en la noche sin canto de los peces
y en la maleza blanca del humo congelado.

No quiero que le tapen la cara con pañuelos
para que se acostumbre con la muerte que lleva.
Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido.
Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!


Federico García Lorca (1898 - 1936)

sábado, 7 de abril de 2007

Sin rumbo


Primera parte
– I –
En dos hileras, los animales hacían calle a una mesa llena de lana que varios hombres se ocupaban en atar.
Los vellones, asentados sobre el plato de una enorme balanza que una correa de cuero crudo suspendía del maderamen del techo, eran arrojados después al fondo del galpón y allí estivados en altas pilas semejantes a la falda de una montaña en deshielo.
Las ovejas, brutalmente maneadas de las patas, echadas de costado unas junto a otras, las caras vueltas hacia el lado del corral, entrecerraban los ojos con una expresión inconsciente de cansancio y de dolor, jadeaban sofocadas.
Alrededor, a lo largo de las paredes, en grupos, hombres y mujeres trabajaban agachados.
La vincha, sujetando la cerda negra y dura de los criollos, la alpargata, las bombachas, la boina, el chiripá, el pantalón, la bota de potro, al lado de la zaraza harapienta de las hembras, se veían confundidos en un conjunto mugriento.
En medio del silencio que reinaba, entrecortado a ratos por balidos quejumbrosos o por las compadradas de la chusma que esquilaba, las tijeras sonaban como cuerdas tirantes de violín, cortaban, corrían, se hundían entre el vellón como bichos asustados buscando un escondite y, de trecho en trecho, pellizcando el cuero, lonjas enteras se desprendían pegadas a la lana. Las carnes, cruelmente cortajeadas, se mostraban en heridas anchas, desangrando.
Por tres portones soplaba el viento Norte: era como los tufos abrasados de un fogón:
–¡Remedio! –gritó una voz.
La de un chino fornido, retacón, de pómulos salientes, ojos chicos, sumidos y mirada torva.
Uno de esos tipos gauchos, retobados, falsos como el zorro, bravos como el tigre.
El médico –un vasco viejo de pito– se había acercado munido de un tarro de alquitrán y de un pincel con el cual se preparaba a embadurnar la boca de un puntazo que el animal recibiera en la barriga, cuando, de pie, junto a este, en tono áspero y rudo:
–¿Dónde has aprendido a pelar ovejas, tú? –dijo un hombre al chino esquilador.
–¡Oh! ¡y para qué está mandando que baje uno la mano!...
–Lo que te está pidiendo el cuerpo a ti, es que yo te asiente la mía...
–¡Ni que fuera mi tata!... –soltó el chino y, sacando un pucho de la oreja lo encendió con toda calma, mientras, cruzado de piernas sobre el animal que acababa de lastimar, miraba de reojo al que lo había retado, silbando entre dientes un cielito.
La burla y las risas contenidas de los otros festejando el dicho, como un lazazo agolparon la sangre al rostro de este:
–¡Insolente! –gritó fuera de sí y al ruido de su voz se unió el chasquido de una bofetada.
Echar mano el gaucho a la cintura y, armado de cuchillo, en un salto atropellar a su adversario, todo fue uno.
La boca de un revólver lo detuvo.
Entonces, con la rabia impotente de la fiera que muerde un fierro caldeado al través de los barrotes de su jaula, el chino amainó de pronto, envainó el arma cabizbajo y, dejando caer sueltas las manos:
–¿Por qué me pega, patrón? –exclamó con humildad, haciéndose el manso y el pobrecito, mientras el temblor de sus labios lívidos acusaba todo el salvaje despecho de su alma.
–Para que aprendas a tratar con la gente y a ser hombre... Villalba, recíbale las latas al tipo este, páguele y que no vuelva a verlo ni pintado.
Luego, a los otros:
–Si alguno de vds. tuviera algo que observar, puede ir abriendo la boca; por la puerta caben todos.
El viento entró en remolino. En medio de la densa nube de tierra que arrastraba, se oyó el ruido repicado de las tijeras hundiéndose entre la lana, sonando como cuerdas tirantes de violín.

Frag. Autor: Eugenio Cambaceres.

Nació en Buenos Aires en 1843. Cursó estudios en el viejo Colegio Nacional y se graduó de abogado en la Facultad de Derecho. Se dedica a escribir publicando sus cuatro novelas: Potpourri (1881); Música sentimental (1884); Sin rumbo (1885); y En la sangre (1887). Pocos meses más tarde fallece en París.
Este autor se muestra como un agudo observador de las costumbres de su tiempo, especialmente del medio porteño al que pertenecía. Su actitud lo lleva a enjuiciar con un realismo crítico el momento histórico y el medio ambiente de la ciudad. La atmósfera aldeana del Buenos Aires de fin de siglos era el eje de su crítica, exhibiendo las lacras que corrompen el entramado social como una forma de denuncia despiadada del comportamiento real de la aldea capitalina. La producción novelística se centró "en aquella zona de las costumbres que la hipocresía social manda tener velada; pintó lo instintivo y lo grotesco tal como lo veía en su modelo real. Por todo ello, la publicación de cada uno de sus libros resultó un escándalo en nuestro medio todavía aldeano". Vale decir, sus novelas fueron los primeros relatos indagatorios sobre la vida de los instintos tal como aparece en el color local del ambiente citadino.

http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/13/tx2.html

viernes, 6 de abril de 2007

Sobre el supuesto tormento de los escritores


Es una idea romántica sostenida hasta el cansancio: la obra literaria no es sino la culminación de un proceso doloroso.

El término preciso sería el temor ante la "hoja en blanco". No poder escribir o no poder escribir algo digno o haber perdido, por una suerte trágica del destino, el don del relato o del poema. Se sigue sosteniendo así el paradigma del escritor sufriente, abatido también por las penurias económicas o la enfermedad. De alguna manera un ser excéntrico, pero no marginal en el sentido estricto, porque deja en los otros una mirada fascinada hacia lo diferente. No todas las diferencias son bienvenidas, pensemos en los homosexuales, indigentes, etc.
Esta sería una suerte de excentricidad mágica, restaría importancia que el escritor persiga el placer?

Creo que la creación está ligada al juego primordial.


Está comprobado a través de la psicología que el acto creador sublima (desvía) una buena parte del inconsciente "herido" dando como un fruto al sano, estético, ligado a la belleza en su sentido más amplio.

Creación es reafirmación, es mantenerse por un rato en un papel todopoderoso.

-“Escribo por el sólo placer de escribir, para mí solo, sin ninguna finalidad de dinero o publicidad. En mi pobre vida, tan vulgar y tranquila, las frases son aventuras y no recojo otras flores que las metáforas”.

Flaubert.


miércoles, 4 de abril de 2007

Ernesto Cardenal

Las cigarras

En Pascua resucitan las cigarras
–enterradas 17 años en estado de larva–
millones y millones de cigarras
que cantan y cantan todo el día
y en la noche todavía están cantando.
Sólo los machos cantan:
las hembras son mudas.
Pero no cantan para las hembras:
porque también son sordas.
Todo el bosque resuena con el canto
y sólo ellas en todo el bosque no los oyen.
¿Para quién cantan los machos?
¿Y por qué cantan tanto?
¿Y qué cantan?
Cantan como trapenses en el coro
delante de sus Salterios y sus Antifonarios
cantando el Invitatorio de la Resurrección.
Al fin del mes el canto se hace triste,
y uno a uno van callando los cantores,
y después sólo se oyen unos cuantos,
y después ni uno. Cantaron la resurrección.

Ernesto Cardenal.

"Vida perdida" es un referente imprescindible para adentrarse en el mundo poético de Ernesto Cardenal, enriquecido con sus experiencias religiosas en Estados Unidos y México. Es una ventana que permite al lector, penetrar en su mundo íntimo, conocer sus dudas, angustias, momentos de felicidad, la búsqueda de su vocación religiosa, el encuentro con Dios, a la par que sus experiencias mundanas de juventud, amores, muchachas que amó o creyó amar. Todo esto enriquecido con el testimonio de su amistad y relación con poetas como Carlos Martínez Rivas, Ernesto Mejía Sánchez, Tito Monterroso, Pablo Antonio Cuadra, León Felipe, José Coronel Urtecho, Octavio Paz, Tomas Merton, para citar algunos nombres, de tal suerte que no se limita a ser un relato autobiográfico, sino un texto de consulta obligada para el estudio de la literatura nicaragüense y latinoamericana.

Isolda Rodríguez Rosales.

martes, 3 de abril de 2007

La Metamorfosis: un relato de excluidos


La Metamorfosis produce una real fascinación sobre mí. La leí a distintas edades, en cada una de las cuales me incliné por una racionalización de su argumento.

Verdaderamente comenzar con "Cuando una mañana se despertó, Gregorio Samsa, después de un sueño agitado, se encontró en su cama transformado en un espantoso insecto" es brillante ¿cómo podríamos dejar de leer?

Recuperar la frase dentro del realismo mágico es tan atrayente, que fue la primera interpretación que hice. Un horrible ser reptando por las paredes, con heridas pustulentas, provocando el horror de la familia, es una idea lo suficientemente fuerte.

Pero la genialidad de Kafka reside en inaugurar símbolos tan fuertes que todavía calificamos como "kafkiana" alguna anécdota intrincada de nuestra vida.

Ni bien seguimos con la lectura, aquella primera frase la del monstruo, la del horror, deja de tener magnetismo, porque entramos en ese ser y entramos en el entramado familiar, en los sentimientos mezquinos que sienten ante él, ya que mantenía a todos con su trabajo que odiaba y con su enfermedad no "sirve".

Ahora me inclino por otra visión, la de la persona que en momento de su vida ha sido usada, por su familia o por el sistema, dándo frutos a costo de su propia dignidad, dejando de ver sus frustraciones para proteger los intereses económicos y de poder de otros. pues bien, una vez que este objetivo no puede cumplirse, nos enfermamos, nos enloquecemos o simplemente envejecemos somos tratados como seres nauseabundos que sólo se merecen un plato de comida en mal estado.

Lo enternecedor de Gregorio, y de cualquier excluido, es que a pesar de su condición extrema, alimenta sentimientos de culpa y deseos de protección hacia los verdugos. En una especie de sumisión absoluta, de sentirse nada.

Todo excluido para serlo alguna vez tuvo un lugar, hasta que fue útil, pensemos esto en países como el nuestro, en donde es cada vez mayor el número de personas arrojadas fuera del sistema, enfermas por esto y llevando una vida con culpa y sin dignidad.

Invitados

Datos personales

María Barrientos nació en Buenos Aires en 1959. Publicó "Habitaciones para la vigilia" (Filofalsía, 1990), este libro obtuvo la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores). En 1995 publicó "Cross" que fue finalista en el Primer concurso hispanoamericano organizado por Diario de Poesía. Su adicción es estudiar, por lo cual es profesora de letras y bibliotecóloga. Formó parte del consejo de redacción de las revistas "Tamaño Oficio" y "Fin de Siglo". Ex columnista de Radio Cultura,
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