Metrópolis
"Metropolis" es una película sobre la que es ciertamente complicado ofrecer una revisión mínimamente original. Sin embargo, la constatación de la tremenda subrepresentación que del cine europeo contiene nuestra sección de obras de culto obliga a hacer el esfuerzo. Y, como sigamos por este camino, en breve nos adentraremos en Eisenstein, Fassbinder, e incluso, como quien no quiere la cosa, en películas de culto españolas.
"Metropolis" fue una película que marcó época y que, a pesar de haber sido realizada con las limitaciones técnicas propias de su tiempo y en un momento en que la producción internacional se decantaba únicamente por dos modelos de cine (o los productos ligeritos o las grandes epopeyas creadoras de civilizaciones), se instala como quien no quiere la cosa, así, de golpe, en la modernidad. Empezando por la misma presentación, porque esa tendencia tan moderna a jugar con títulos de crédito y con las letras del título de los productos audiovisuales (que de alguna forma hay que dar trabajo a las hordas de creativos o diseñadores gráficos que nuestros centros de enseñanza superior no reglada producen a capazos) aparece, para sorpresa del espectador, desde casi el primer momento de metraje. El título de la película, "Metropolis", surge en plan filigrana de la técnica, creando enormes dudas en el espectador en torno a la veracidad del producto. ¿Acaso no serán la ausencia de sonido y las partes perdidas de metraje meros trucos publicitarios para dar solera a un producto que, en realidad, es mucho más actual de lo que nos cuentan? Pues, por lo visto, no,. Sorprende, y mucho, pero es que "Metropolis" se avanzó en muchas cosas a su época. Es una película, por ello, imprescindible.
"Metropolis" fue una película que marcó época y que, a pesar de haber sido realizada con las limitaciones técnicas propias de su tiempo y en un momento en que la producción internacional se decantaba únicamente por dos modelos de cine (o los productos ligeritos o las grandes epopeyas creadoras de civilizaciones), se instala como quien no quiere la cosa, así, de golpe, en la modernidad. Empezando por la misma presentación, porque esa tendencia tan moderna a jugar con títulos de crédito y con las letras del título de los productos audiovisuales (que de alguna forma hay que dar trabajo a las hordas de creativos o diseñadores gráficos que nuestros centros de enseñanza superior no reglada producen a capazos) aparece, para sorpresa del espectador, desde casi el primer momento de metraje. El título de la película, "Metropolis", surge en plan filigrana de la técnica, creando enormes dudas en el espectador en torno a la veracidad del producto. ¿Acaso no serán la ausencia de sonido y las partes perdidas de metraje meros trucos publicitarios para dar solera a un producto que, en realidad, es mucho más actual de lo que nos cuentan? Pues, por lo visto, no,. Sorprende, y mucho, pero es que "Metropolis" se avanzó en muchas cosas a su época. Es una película, por ello, imprescindible.
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