EN HOMENAJE A TODAS LAS MUJERES
“EL ROL DE LA MUJER EN CHILE DURANTE EL PERÍODO COLONIAL”.
Los blancos muestran el puño
A su poderío desaforado;
A los mestizos les sube
Los sucedidos quemados
Y el indio, a medio pastal,
pecho y rostros conturbados,
Se arrodilla y masculla
Los conjuros no olvidados,
Y los nombres de los dioses
Vuelven a pecho y a labios.
(Gabriela Mistral, Poema de Chile).
Durante el período que se extiende desde la fundación de la ciudad de Santiago en 1512 hasta la Independencia de Chile con la formación de la primera Junta de Gobierno en 1810 , la mujer ha desempeñado un papel fundamental en la sociedad colonial como vehículo transmisor de cultura. Entendiendo por cultura, “esa trama de valores, símbolos, conductas e instituciones, tejida y retejida en el tiempo”.
Desde el momento en que se produce el encuentro entre ambas culturas, la española y la indígena, hecho que se caracteriza en el Reyno de Chile por el desarrollo de la Guerra de Arauco, episodio que se prolongó durante los siglos XVI y XVII, la mujer indígena comenzó a relacionarse con el hombre blanco español.
Las mujeres indígenas acompañaban a sus hombres a la Guerra y algunas tuvieron contacto con el español al ser secuestradas por éstos. Sin embargo, las uniones entre españoles e indígenas no fueron siempre violaciones sino que por el contrario, la mujer indígena manifestaba preferencia por el hombre español blanco en lugar del hombre indígena, como si se sintieran atraídas por la superioridad de la raza.
En este sentido, es posible considerar a la mujer como un medio que facilitó la conquista española. “El matrimonio entre españoles y las uniones de hecho entre españoles e indígenas serán, desde el momento de la conquista, las posibilidades más importantes y socorridas de ascenso, prestigio y ejercicio de poder sobre la población local; conocidos casos abundan en la crónica, de los que da cuenta la historiografía”.
De este modo, comienza el proceso de mestizaje en Chile, la unión entre españoles e indígenas, que da por resultado una raza híbrida y diferente, el mestizo.
Las actividades que desempeñaban las mujeres en la época colonial eran diversas, según el nivel social a que pertenecieran. Las indígenas y mestizas, estuvieron sometidas desde el comienzo a la explotación del trabajo en las encomiendas, fuera en los obrajes o mitas - trabajo de minería, talleres de fabricación de telas de lana, etc. - de los encomenderos; en la extracción y lavaderos de oro o en las casas de los españoles, desempeñando labores domésticas.
Comenzando, por lo tanto, una especialización en el trabajo doméstico, agrícola y de artesanía textil - el trabajo de la minería del oro se agota rápidamente -, prácticamente a partir de la conquista española. Las mujeres negras - esclavas - llegaron a Chile con los conquistadores inmediatamente después de Pedro de Valdivia. Trabajan, eventualmente, en labores agrícolas o domésticas y haciendas de jesuitas y seglares, pero principalmente en la ciudad y en el servicio doméstico.
A mediados del siglo XVI y durante el siglo XVII, se desempeñan como lavanderas, panaderas, bolilleras, conserveras, vendedoras callejeras, costureras y matronas. Es común, también desde el siglo XVI, la presencia de mujeres en los “asientos de trabajo”, empresas de españoles no encomenderos, de explotaciones agrícolas, ganaderas, transportes, artesanía, obrajes y servicio doméstico.
Álvaro Jara sostiene que este sistema es el antecedente inmediato de la esclavitud de los indígenas del siglo XVII, pues el dueño del asiento a través de una testificación ante el escribano aseguraba el uso exclusivo de la mano de obra proveniente del Perú, de la región de los Juríes y sobre todo del sur del río Bío - Bío.
Hombres y mujeres se mezclaban en el trabajo. Esta situación significó en muchos casos la intervención de la Iglesia Católica, ya que siendo la principal misión de la conquista española la incorporación de los nuevos territorios a la Corona española y la evangelización de los naturales, era necesario mantener las buenas costumbres y alejar al hombre español blanco del “pecado” presente en esas actividades.
Esto llevaría más adelante a establecer la prohibición del trabajo de mujeres y niños en la encomienda y en aquellas labores no encomenderas, pues la organización social del indígena distaba de la española; el hombre indígena debía velar por la paz y hacer la guerra cuando esta se presentase, mientras que la mujer indígena trabajaba la tierra y tejía. El trabajar para el español iba en detrimento de la producción indígena.
No obstante, la preocupación e intervención de la Iglesia Católica no pudo impedir el desarrollo de instituciones de hecho durante la colonia en Chile. El amancebamiento y la barraganía. La primera apunta a la costumbre que resultaba del acuerdo tácito de una pareja de vivir juntos, sin legalizar su unión ante la Iglesia. La barraganía, por su lado, describe la situación acaecida en el momento en que se instala la familia del conquistador con sus pares europeas o con mujeres mestizas.
Constituyeron situaciones de hecho que la Iglesia Católica no pudo impedir debido principalmente a un aumento considerable de la población y a los altos impuestos que cobraba la misma Iglesia para legalizar las uniones de hecho. Se distanciaban del objetivo de la Iglesia en América que consistía en crear una familia católica occidental donde los blancos se casaran con blancas, los indios con indias y los negros con negras.
La mujer chilena de la colonia desarrolló otro tipo de funciones en la sociedad, el cual estuvo marcado profundamente por la religiosidad del período. Durante su vida debía ser virtuosa, honesta, mantener un comportamiento socialmente disciplinado y acorde a los cánones de moralidad establecidos por la Iglesia Católica. Esta mujer estaba destinada al matrimonio y a la crianza de los hijos, a los cuales debía formar en los mismos parámetros morales. Su preparación para el matrimonio comenzaba desde la infancia. Donde aprendían las principales labores domésticas como cocinar, bordar, tejer y educarse en el evangelio.
Se consideraba que una mujer se encontraba apta para el matrimonio a la edad de 12 años, aunque la mayoría de las mujeres lo hacía aproximadamente a los 16. El noviazgo debía ser consentido por ambas familias y consistía principalmente en participar en las reuniones sociales como tertulias y saraos como también en fiestas religiosas. Era una presentación a la sociedad.
Generalmente luego del noviazgo se celebraban los esponsales, es decir, hombre y mujer se comprometían voluntariamente a contraer matrimonio en un tiempo determinado ante un escribano. Durante el Chile Colonial fueron numerosos los juicios de discenso para anular el contrato de esponsales especialmente por motivos de embarazo antes del matrimonio o bien porque se comprobaba que la mujer no conservaba su virginidad.
En este aspecto la sociedad colonial fue muy exigente en cuanto al comportamiento que debía guardar la mujer. Ya que aquellas que no lograban contraer matrimonio por haberse efectuado un juicio de discenso por arrepentimiento del novio por alguno de los motivos antes señalados, eran llevadas a Casas de Recogidas o bien a Conventos donde llevaban una vida tranquila o bien se dedicaban a la vida religiosa respectivamente.
Situación similar ocurría con las prostitutas que eran sorprendidas por las autoridades coloniales en escándalos públicos. Si la mujer era o no virtuosa respondía al modelo de familia que pretendía imponer la Iglesia Católica en América y al mismo objetivo de la conquista. La religión del español es la religión católica, mientras que la del indígena, es una cosmovisión repleta de dioses y por lo tanto politeísta. El culto mariano es introducido en América por el español. Virginidad y maternidad están reunidos en una sola figura y es eso lo que hace a “la Virgen María única en su sexo y disímil en su alegoría”.
Es madre y protectora al mismo tiempo. Similar modelo se esperaba de la mujer chilena en la Colonia.
La mujer chilena de la colonia aportaba a la sociedad conyugal la dote, que consistía en una cantidad de dinero para comenzar la vida matrimonial que era administrada por su cónyuge. Este también aportaba bienes a la sociedad conyugal, las arras. Por tal motivo los matrimonios realizados durante la época colonial atendieron a uniones por intereses económicos.
No tuvieron acceso a la educación. Sólo existieron las escuelas para hombres y posteriormente las Universidades como la de San Felipe que sólo estuvieron reservadas para hombres. Los Conventos, constituyeron los principales centros intelectuales para las mujeres. Aprendían a leer y escribir, teniendo acceso al arte y a la literatura proveniente de Europa.
Al carecer de los conocimientos indispensables exigidos por la sociedad, también las mujeres casadas estaban impedidas de realizar negocios y dedicarse al comercio, sólo aquellas que enviudaban y que continuaban administrando los bienes de la sociedad conyugal podían efectuar transacciones comerciales. Como ejemplo se puede mencionar a Doña Agueda Flores quien celebró negocios con la Real Audiencia de Santiago.
En el contexto de la disciplina social de la mujer chilena es posible encontrar Reales cédulas que regulaban la vestimenta de la mujer.
Tenían prohibiciones de mostrar los tobillos y su rostro debía estar cubierto por un manto, especialmente cuando se trataba de asistir a reuniones de carácter religioso. Utilizaban en sus trajes variadas y múltiples telas, principalmente seda, y su vestimenta estaba cargada de accesorios, que en algunos casos hacía hasta dificultosa su utilización.
La misma Iglesia Católica intervenía en este ámbito, pues muchas mujeres gastaban grandes fortunas en vestirse lo cual era contrario a lo que pretendía lograr la iglesia en América. El vestuario debía ser sencillo. Ya en el año 1700, con la llegada a la Corona española de la dinastía de los Borbones se generan en España y en América numerosas reformas que relajaron en cierta medida la labor femenina en la sociedad, pues con la apertura del comercio chileno hacia otros puertos, llegan nuevas ideas y nuevos productos. Desde entonces podrían acceder a literatura y al arte y su vestimenta sería menos regulada.
Desde que se produce la conquista española se establecen en Chile los cánones que debe cumplir socialmente la mujer, muchos de los cuales explican la situación particular de la mujer del Chile actual.
Bibliografía.
Montecino, Sonia. “Madres y Huachos. Alegorías del mestizaje chileno”. Editorial Sudamericana. Santiago de Chile, 1996.
Salinas, Cecilia. “Las chilenas de la colonia. Virtud Sumisa, Amor Rebelde”. Ediciones LOM. Santiago de Chile, 1994.
Karem Valdebenito Alarcón es chilena, ha realizado este trabajo para la Universidad del Mar.
Asignatura: Historia de Chile Colonial.
Profesora: Carolina Bravo.
Fecha: 17 de mayo de 2006.
No hay comentarios:
Publicar un comentario